martes, 30 de julio de 2013

El porqué y los porqués del nombre que no es el nombre

Para empezar este blog quería llamarse "El corotero". Y yo quería empezar escribiéndoles los porqués de esta palabreja. Cuando la maquinita infame me detuvo en seco con "el nombre del subtitulo está ocupado" se me jodió la historia y tuve que cambiar para poder seguir adelante. El nuevo título me gusta pero no me voy a quedar con las ganas de explicar porqué "El corotero" era el nombre predestinado para este blog.
Hace unos meses que me rondaba la idea de expresarme por esta vía. Tenía y tengo muchas cosas que contarles y que mejor que un medio donde si les interesa a ustedes lo leen y si no, ni caso. Perfecto para mi que quiero contar cosas y no me preocupa tanto la devolución o las consecuencias. El tema era en ese momento buscarle un nombre adecuado para lo que quería contar y el problema es que no les quiero hablar de algo en concreto si no todo lo contrario. Quiero escribir de lo que me de la gana en el momento que me de la gana. Si exacto es como una necesidad de destapar mi diarrea cerebral sin necesidad de saber a donde va a parar. Este desorden mental debe tener algún nombre en el campo de la psicología pero para mi no es mas que una necesidad de proyectarme que calmará muchas de mi ansias. De esta manera encontré el nombre adecuado para mi blog "el corotero". Corotero significa desorden o lugar lleno de trastos inútiles y desordenados y a esos trastos inútiles se les llama corotos. Durante muchos años esa palabra fue parte de mi identidad, en un principio porque al descubrirla me pareció simpática aunque más tarde entendí que me gustaba porque de muchas maneras y de maneras muy profundas me definía. Hoy tengo la necesidad de escribir, de expresarme y de proyectar y compartir ideas, experiencias y sentimientos sin orden alguno así que quiero que mi blog se llame el corotero.

1 comentario:

  1. El mueble empotrado de tres puertas lo recuerdo desde la perspectiva del suelo. Otro dato interesante de la habitación es que desde la ventana se podía acceder a un patio de luces compartido con otros pisos de la manzana del que, al parecer, nos correspondía una parcelita. Esta sola posibilidad me removía emociones en el estómago. Vuelvo al mueble. Era de madera, creo, aunque en aquella época tenían más prestigio otros materiales y se disimulaba. Estaba repleto en perfecto desorden de juguetes, de restos de juguetes. En la ceremonia de la disciplina aprendimos a forzarla un poco para conseguir que hiciera click y se mantuviera cerrada. No hacía falta colocarlo todo con tanto método.


    Un abrazo, Isma. Te sigo un tu nuevo empeño. Comparte con nosotros muchas historias.

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